Texto y fotos Olga Briasco
La India ofrece muchas alternativas, desde el caos de Delhi o Agra hasta el misticismo de la ciudad de Varanasi. Olores, colores, sabores y vivencias que hacen de la India un escenario ideal para la cámara fotográfica.
Da igual el número de países en los que hayas estado, las vivencias acumuladas y las miles de fotografías captadas por tu lente, viajar a la India es una experiencia transformadora y única. Es mucho más de lo que te puedan contar o de lo que te puedas imaginar. Te cautivará por su cultura, su bullicio y su misticismo, pero también por sus colores, formas, texturas y tradiciones. Es el olor a especias e incienso en bazares y calles; el sonido ensordecedor del claxon de motos y rickshaws; el deambular de los animales sin inmutarse de quien hay a su alrededor; son los artesanos y comerciantes en las puertas de sus pequeñas tiendas o la espiritualidad que se siente en los ghats y en las aguas del Ganges. Nada en la India pasa desapercibido. A veces lo observas a través del visor de la cámara y otras simplemente como recuerdo personal. Por ello, un viaje fotográfico a la India no es un recorrido turístico sino un viaje al corazón de la espiritualidad a través de sus lugares sagrados y de sus tradiciones ancestrales.
Fotografía callejera y de retrato
En la India la gente no suele poner reparos a la hora de ser retratada y, además, saben mirar a la cámara. Nada de sonrisas artificiales, te miran con naturalidad y no te ponen mala cara. Incluso te dan las gracias por hacerles la foto. Esto ayuda mucho a la fotografía de retratos. Un conductor de rickshaws, un vendedor de trajes de novia, una mujer con su hari o un grupo de personas calentándose al fuego —en invierno, claro— son solo algunas situaciones en las que te encontrarás y en las que fluirá la magia. Y sí, puede ser que alguien te diga que no quiere una fotografía, algo que habrá que respetar.
En las ciudades es donde más opciones de fotografía callejera se presentan. Nueva Delhi, Agra o Varanasi son perfectas para perderse por sus calles, sumergirse en sus olores y conocer su patrimonio cultural y patrimonial. De ellas, la capital de la India, es la que más posibilidades presenta. Además, seguramente que sea tu primer contacto con la India y en cada paso verás una fotografía. Es también un buen momento para entrenar tu mirada y disparar con intención no “con el dedo flojo”. Por ejemplo, recorrer el bazar Chandi Chowk adentrándote por esos pequeños y laberínticos callejones repletos de tiendas de todo tipo y puestos de comida local es toda una experiencia y nada tiene que ver con lo que hayas visto en otros bazares. También la visita al Gurudwhara Bangla Sabih, que permite acercarte a las creencias y costumbres de los Sijs, pero también visitar las cocinas de este templo donde se da de comer de manera gratuita a más de 25.000 personas cada día.
Eso sí, también debes saber que les encanta hacerse fotos contigo. Para ellos nosotros somos los exóticos, los diferentes… igual que ellos para nosotros. Esa es la belleza del viajar.
Fotografiar la India espiritual
En la India el sentido del fervor espiritual se palpa en cada rincón y es habitual ver mandires (templos hindúes), mezquitas, gurudwaras (lugares de adoración sikhs), iglesias y pequeños templos y santuarios. Pero de todas las ciudades, Varanasi es la más sagrada de todas y donde esa espiritualidad se percibe más. Lo es porque, según la tradición, todos los hindúes deben visitarla al menos una vez en la vida —la convierte en un punto de peregrinación— y porque quienes mueren allí y sus cenizas son arrojadas al río tienen la posibilidad de cortar con el ciclo de las reencarnaciones, alcanzando un estadio superior de liberación espiritual conocido como “moksha”. De este modo, los ghats de Varanasi, con sus ceremonias de aarti y las procesiones fúnebres, son escenarios de la vida y la muerte y un lugar en el que captar la espiritualidad a través de tu cámara, pero también de vivirla en tu propia piel. Fácilmente podrías quedarte en un ghats observando a la multitud o admirando las impresionantes puestas de sol. Pero no, la ciudad invita a navegar el Ganges al amanecer, fotografiar a los sadhus (hombres sabios), presenciar la celebración del Ganga Aarti y perderse por los callejones de una de las ciudades más antiguas del mundo. Sin lugar a dudas, Varanasi es una fuente inagotable de imágenes increíbles y con alma.
Explosión de colores
La India es una auténtica explosión de colores. Un sari de vivos colores, una lamparilla arrojada al río Ganges, los pilones de especias en los bazares, las fachadas de Jaipur (la ciudad rosa), la piedra roja de la fortaleza de Delhi, el blanco del Taj Mahal, las flores de las ofrendas… todo es una postal de tonos amarillos, rojos, azafranes, azules, verdes…
Si hablamos de colores hay que hacerlo del Holi, una festividad que tiene lugar cada años en la India y Nepal y en la que polvos de colores son lanzados al aire, cubriendo a las personas de pigmentos vibrantes. La alegría rezuma en el Holi, que comienza la última luna llena del mes lunar hindú Phalguna, el undécimo mes del calendario y que corresponde con febrero/marzo en el calendario gregoriano. En la actualidad, se conmemora la llegada de la primavera, simbolizando un nuevo comienzo en el que las personas dejan atrás el pasado. Sin lugar a dudas, un viaje fotográfico al Festival Holi es una experiencia que no te puedes perder.
Color y espiritualidad la que se vive en el Kumbh Mela, una de las congregaciones espirituales más masivas y extraordinarias del mundo. Celebrado cuatro veces durante un ciclo de doce años y tiene lugar, por turno, en Haridwar, Ujjain, Nashik y Prayagraj. Sin lugar a dudas es una oportunidad única de presenciar la fe y la devoción en una dimensión que seguramente nunca hayas experimentado. Sin lugar a dudas, asistir al Kumbh Mela es sumergirse en el corazón mismo del misticismo indio, un viaje que muchos encuentran transformador.
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