«Siempre que llego a Nicaragua entrando por el suroeste y atravieso la frontera con su vecina Costa Rica, pienso que es una de las formas más bellas de acceder al país. Tras superar el papeleo y la inspección del equipaje en la frontera, nos adentramos poco a poco en una nueva dimensión de la América Central. Atrás vamos dejando el árido paisaje del norte costarricense y penetramos, poco a poco, en un nueva idiosincrasia.
A medida que el autobús avanza nos acercamos a lo que, desde lejos, parece el mar. Es el lago Cocibolca en Nicaragua, popularmente conocido como el Lago de Nicaragua. Un enorme agujero en el mapa que nos hace sospechar cuál fue la vía de comunicación entre los dos grandes océanos en tiempos anteriores a la construcción del canal de Panamá.»
Hay que estar frente a el lago Cocibolca para hacerse una idea de sus dimensiones.
Incluso observándolo desde la costa de la provincia de Rivas, nos parece imposible que en su interior se lleguen a contar más de trescientas pequeñas islas a las que los lugareños denominan Las Isletas. Pero, las aguas del Cocibolca no solo albergan Las Isletas. A cientos de kilómetros de las costas de Rivas se halla el archipiélago de Solentiname famoso por ser el retiro de más de un intelectual nicaragüense o la Isla Zapatera, tesoro arqueológico de la Nicaragua Precolombina.»
(extracto de nuestro libro «Nicaragua, el país de las pequeñas cosas«)
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