Elefantes, jirafas, leones, cataratas y arco iris
Sobrecogedor. Ese sería el adjetivo que más se acerca a lo que fue nuestra experiencia en el Parque Nacional de Murchison. Fue nuestro primer parque nacional en Uganda y primera tarde de safari.
Un verde claro dominaba el paisaje a ambos lados de la carretera. La luz naranja de la tarde, que hizo saltar de inmediato nuestra alarma de fotógrafos, se abalanzaba rápidamente sobre nosotros. Jirafas, antílopes de agua, elefantes, facóqueros, y cientos de aves nos daban la bienvenida a un paisaje de ensueño. “Por favor, pellízcame para que sepa que esto es real”.
Sobrecoge la altura de las jirafas, la elegancia de los elefantes y el ruido de los antílopes arrancando la hierba para alimentarse. Sobrecoge el silencio. Sobrecoge sentirse pequeño, sentirse uno más. Así fue nuestra primera tarde en Murchison y entonces aún no sabíamos que ¡aquello sólo acababa de empezar!.
Al día siguiente al mediodía una manada de once leonas pasearon junto a nuestro vehículo durante un buen rato. Se podría percibir que tenían hambre. Hacía calor y se sentaban a descansar a la sombra de unos arbustos. Pudimos ver y oír su respiración acelerada, quien sabe si por el sol de justicia que caía sobre nosotros aquel día o por una carrera intensa intentando cazar (eso no lo vimos). Otra imagen para nuestro recuerdo. ¡Amén!
Por la tarde navegamos en barca por el Nilo Victoria (el primer tramo del Nilo Blanco recibe este nombre desde su nacimiento en Jinja hasta el lago Alberto). Más elefantes, jirafas, facóqueros con prisa por adelantar a un grupo de búfalos que parecía no tener muy buen humor, aves, muchas aves…. Por primera vez vimos a los aparentemente tranquilos hipos y digo “aparentemente” porque sabido es que esta es la especie que más muertes humanas causa en África. De repente el agua se cubrió de espuma y un rumor lejano llamó nuestra atención. La barca dio un giro y, a lo lejos, vimos las impresionantes cataratas de Murchinson.
Bajamos de la barca y caminamos hasta el pie de las cataratas bajo un ruido ensordecedor de agua y truenos. El cielo se tornó azul marino y llovió como si todo el agua del cielo tuviera que caer forzosamente esa tarde sobre nuestras cabezas. De regreso, empapados hasta los huesos, el arco iris nos dio de nuevo la bienvenida entre elefantes, jirafas y búfalos. Inolvidable.
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